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Escuchar tu Voz


Escuchar tu propia voz quiere decir muchas cosas: confiar en tus intuiciones, escuchar tus propios consejos, descubrir tu sabiduría, no perderte en lo que te dicen los demás, averiguar qué dice tu corazón. También significa escuchar el sonido de tu voz, el sonido físico de tu voz, tu timbre, la textura y profundidad del sonido, más allá del contenido de las palabras.

Cuando yo era chica mi mamá solía tararear mientras hacia las cosas de la casa. Una especie de compañía que monótona repicaba al compás de la limpieza del pollo, los platos de la pileta, la ropa para colgar, hacerse las manos, el planchado del domingo y el balde con almidón para los delantales del colegio.

Sospecho que mientras canturreaba pensaba en otra cosa. Ensoñaciones de viajes que nunca haría, conversaciones con mi papá, o discusiones con su jefa. Hoy en día aún tararea mientras camina o se concentra buscando las llaves para ir a hacer las compras. Cualquiera podría pensar que ella es feliz, o que al menos se esfuerza por serlo.

Así como algunos miran la tele mientras hacen otra cosa, como comer o cocinar, ella canta, o mejor dicho canturrea. Hay algo de automático en el gesto y algo también de preocupación ensimismada.

Esas ‘canciones’ no eran tantas. Mi mamá tarareaba canciones como ‘El Arriero’, ‘El Corralero’ o La canción de la película Sacco y Vanzetti.

Escuchar tu propia voz tiene un efecto. Tiene una sensación. No hace falta que sea algo grandioso; es algo sutil que yo puedo sentir en los bordes de la piel. Al menos yo lo siento allí, pero puede que vos lo sientas en otro lado.

Hace mucho que me gusta cantar. Descubrir una canción mágica, o una letra que se mezcla en mi propia historia. Juego a sacar la voz, y a cantar con todo el corazón.

Cuando yo era una niña de 10 o 12 años, y mi mama cantaba yo a veces escuchaba otra voz. Intentaba cantarla tapándome un oído para no perderme. Después supe que a eso se le llama tercera o segunda voz o armónicos. Y me gustaba intentar cantarlo, porque a veces si lograba hacerlo se producía una sensación muy placentera. Un sonido redondo y lleno con las dos voces, y si me concentraba podía escuchar mi voz y la voz de mi mamá al mismo tiempo, y eso me producía una alegría especial, como una felicidad que debía venir de la experiencia de unión y de mezclarnos.

Bueno, y acá viene la cosa, a mi mama le molestaba muchísimo que yo le haga la segunda voz. Se ve que la distraía de su tarareo de ese día, ya que ella no quería cantar conmigo y hacer esa armonía de la felicidad. Creo que ella se sentía molestada. No creo que se diera cuenta de la felicidad que se escondía allí para mi.

No sé porque cuento esta historia. Será porque después de todo este tiempo aprendí a escuchar mi propia voz cantando con otros, y a embocar los armónicos con más confianza. Y eso me gusta.

Reflexionando sobre este asunto entendí que la confianza en la propia voz – no sólo en la voz física sino en la sabiduría interna y la intuición, se deben poder curar también fortaleciendo la capacidad de escuchar tu propia voz, su tono, textura, sonido, tu canto, tu nombre.

¿Alguna vez escuchaste tu propia voz? No tu voz través de un grabador. Sino tu voz al mismo tiempo que hablas. ¿Te dan ganas de probar ahora? Probá. Sin enjuiciarte, sin opinar, solo escuchá de modo amable el sonido de tu propia voz. Y decí tu nombre como llamándote.

Más fuerte …¿Lo podés sentir?

¿Qué significado encontrás al hacerlo?

¿Ganaste algún conocimiento nuevo? Escribilo para no olvidarte.

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