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Era viernes pero lo sentí como martes; como que faltaba un montón para el fin de semana. El día anterior lo habían operado a mi papá. Algo delicado, había dicho el cirujano. ¿Delicado como un cristal? ¿Cómo una brisa? La poesía y la medicina no son buena combinación. La poesía tiene palabras de dos sílabas, agudas y con acento prosódico. Palabras como cristal y brisa. En la medicina son esdrújulas y con acento ortográfico. Próstata no pertenece a la poesía, definitivamente.
Ese viernes a la mañana cuando llegué al hospital, empezaron a haber corridas. Había cada vez más médicos en la cama 3. Miré las caras y ninguna me gustaba. En los aviones cuando entro en pánico miro las caras de las azafatas.
Estaba sola y no quería llamar a mi mamá para no angustiarla. Ella siempre me dice que las conversaciones importantes hay que tenerlas café de por medio. Llamé a mi hermano con quien tenemos charlas por mail y vino corriendo. Cuando llegó le dije todo lo que había estado pensando y creo que lo abrumé. Los médicos ya nos habían hablado de tener que autorizar ciertas cosas, como entubarlo o algo así. Yo estaba confundida. Los sentimientos de querer ahorrarle cualquier tormento colapsaban con la idea de querer salvarlo a toda costa, o de cargar con una culpa interminable.
Después no me acuerdo bien que pasó. Se que mi papá estuvo tres días en terapia intensiva, ambiente horrible si los hay. La luz prendida todo el tiempo y los ruidos de la tecnología médica que son algo espantoso. ¿No podrán poner sonidos más amigables a esos monitores? ¿Campanitas o sonidos de pájaros? ¿O canciones de cuna? ¿O mantras?
Un día mi papá se puso agresivo y le gritaba a todo el mundo de una manera tal que yo lo podía escuchar desde afuera. Al día siguiente lo pasaron a una habitación común. No sé si fue su mejoría o simplemente se dieron cuenta que no había mucho más para hacer, más que aliviarlo que es bastante. En esa otra habitación, la 113, entablé relación con el paciente de la cama de al lado que hacía 10 años había tenido un ACV, que entre otras cosas le había quitado el habla. Su mujer estaba muy enojada de cargar con esa historia tan larga. Hablaba con voz fuerte y decía qué injusto era Dios por no permitirle a su marido morir sin tanta espera. Se me ocurrió sugerirle la idea de que quizás él no se iba porque aún necesitaba hacer algo. ¿Hacer algo? dijo la mujer algo indignada, pensando seguramente en ‘hacer’ cómo sinónimo de trabajar o viajar o cocinar o hacer el amor. Y entonces le dije que quizás Jorge, así se llamaba, necesitara despedirse de alguien, o escuchar algo de alguien, o ver a alguien. Y ahí ella si entendió que eso también era ‘hacer’ y me contó la historia de un hijo que vive en Villa Gesell y que no quería venir a verlo. Nada que ver con la otra hija que venía todas las mañanas y no solo eso, sino que desde hacía 10 años lo bañaba todos los sábados. Y me sentí apenada por todos. Por la hija buena que lo bañaba, por el hijo malo que no quería venir a verlo, por la esposa harta de cargar con esa vida, y por Jorge que tenía que escuchar a su mujer quejarse en voz fuerte todo el tiempo.
En algún momento le hice a ella un gesto extraño para que no hablara así delante de su marido… Pero, ¿quien soy yo para meterme? ¡Queriendo hacer psicología sin que nadie me lo pida…!
Y regresé al lado de la cama de mi papá que siempre fue muy celoso de que yo hablara con otra gente cuando iba a visitarlo al geriátrico; y de pronto Jorge empieza a extender su brazo izquierdo (el único que podía mover), llamándome con una Ooooooooo bien larga. Y su mujer abriendo los ojos más grandes que un melón, dice: ¡qué raro, jamás hizo algo así! Y entonces me acerco y Jorge toma mi mano y la pone en su pecho y me mira serio y siento su gran cariño que me envuelve. ¿Qué es lo que pasa? Toda la charla acerca del hijo de Villa Gesell había dado en el clavo. Y la mujer desconcertada sigue diciendo: no entiendo… jamás le hizo eso a nadie… Y yo que no puedo quedarme callada le digo: capaz le gustó lo que hablamos de su hijo…Y Jorge arremetiendo de nuevo con su Oooooooo …
No sé cómo empezar a escribir sobre este duelo.
Mi papá falleció el miércoles 22 de octubre del 2014 a las 6:00 de la mañana. Me llamaron del hospital al celular. Yo ya estaba en viaje. Era miércoles. El médico no me quiso angustiar por teléfono y simplemente me dijo que mi papá no estaba bien y que cuando llegara al hospital buscara al Dr Galván en la Sala. Cuando llegué me fui primero a la 113. El personal estaba limpiando. Pasé pisando por donde no debía y la chica de seguridad me echó diciéndome que aguardara en la Sala de Espera. Al ratito me metí igual y vi. Mi papá todo tapado hasta la cabeza con una frazada verde. Por unos segundos no quise creerle a mis ojos. Pensé… no sé que pensé, ya no me acuerdo, hice algo mentalmente, algo me dije para no creer. En ese momento no me hubiese parecido extraño que mi papá levantara un brazo, se destapara y dijera que quería tomar agua, por ejemplo. Me alivié de ver que no estaba enchufado a todos esos cables y tubos que le dejaban los brazos azules y lastimados. Quise levantar la frazada pero no me animé. Agradecí que la noche anterior le había dicho al oído y con alegría que lo quería mucho, y que había sido un buen papá y que me acordaba de todos los paseos que dábamos cuando yo era chiquitita donde el se gastaba la poca plata que había en figuritas y álbumes para mí, y que luego mamá se enojaba porque apenas podían pagar el alquiler al Sr Sotile, pero que a él no le importaba porque yo había completado el álbum. Y le dije riéndome que siempre llevaría en mi corazón esos luminosos paseos de domingo. Y el se sonrió, y me apretó la mano y le cayó una lágrima.
Pero ahora no me animaba a verlo, y me tranquilicé pensando que igual el ya no estaba adentro de su piel. Quería quedarme sentada a su lado pero la de seguridad se volvió a enojar conmigo. Que tontera. No dejar marcas en el piso mojado era más importante que quedarme un rato más con mi papá. No supe defenderme de la mujer policía y de la angustia que tenía, y salí y volví a entrar varias veces a ese hall buscando al médico y preguntando por él como una nena perdida.
No sé cuanto tiempo pasó y llegó mi hermano, y vino el médico a hablarnos. Era un doctor cincuentón con un grupo de tres residentes. Ellos son los que más me conmovieron esa mañana. Cada uno de ellos lo conoció a mi papá. Estaba la doctora que le hizo la entrevista de admisión, una tierna divina. Después, la doctora que estaba en la terapia intensiva, y que a pesar de ser tan joven tenía una presencia muy tranquilizadora y unos bellos ojos rasgados. Después estaba el doctor que me llamó y que no me angustió por teléfono. Me ahorró un sufrimiento importante el Dr. Alejandro Galván. Lamento mucho no acordarme de los nombres de los demás. Todos estaban al borde del llanto, menos el cincuentón que como tenía más experiencia sabia como desconectarse. El Dr. nos empezó a informar de cómo había ido empeorando el cuadro durante la madrugada, y que mi papá ya era un señor muy mayor y debilitado en muchos aspectos y que fue difícil el tema de la hipotensión y que este tipo de operaciones ... Yo ya no estaba escuchando. De inmediato pude pedirle que parara. Y lo hice de manera amable, casi un milagro de mi parte. Creo que la tristeza me hace más buena. Por suerte el entendió y paró. Le dije que no hacía falta que nos explicara nada. Que entendíamos perfectamente la situación de salud de mi papa y que estábamos tan agradecidos con el hospital Lanari y con todo el personal. Nos abrazamos con los residentes y les dije que era conmovedor el entusiasmo que ponían y que ojala no lo perdieran nunca.
A lo largo de esa mañana de trámites mortuorios en los que agradecí tener un hermano, me crucé varias veces con los residentes y sentí un amor profundo por la tarea a la que se animan. Me pareció que el mundo se sostiene en aquellos que quieren aprender, y no tanto en los que saben.
Mi papá se fue. El tiempo parece dividido. Algo de lo cotidiano se siente separado, como pasando al lado mío como un río caudaloso. El río se mueve rápido. Yo estoy en otro tiempo. Déjenme un rato tranquila.