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¿Qué piensan de vos tus hijos?


Tengo ya dos hijas grandes. Una, vive con su pareja y su beba, y otra más joven que vive conmigo. Con ellas aprendí que en la crianza nada está roto para siempre. No hay errores que no puedan arreglarse. No hay un ya es tarde, o una culpa irreparable. El presente sigue dando oportunidades de arreglar el pasado, siempre.

Durante los años de crianza, especialmente en la infancia, yo me preocupaba más por el deber y el hacer, que por los afectos o la presencia. No toleraba el desorden o que las cosas no salieran como a mi me gustaban. Para mi era más importante que la cocina estuviese limpia, que quedarme junto a la cama con alguna de ellas el tiempo que hiciera falta. La ansiedad me sobrepasaba y me sentía sola y perdida.

No conocí, hasta mucho más tarde, el significado de una presencia amorosa y tierna en mi vida. Mi propia infancia, las terapias, y los estudios académicos parecían no haber dejado huella de nada de eso. El mundo de la afectividad lo aprendí hace unos quince años, durante el principio de la adolescencia de mis hijas, y sobretodo hoy en la madurez mía y de ellas. Todavía padezco de un apúrate interno, enemigo de sobremesas y de oportunidades de intimidad. Poco a poco lo voy domando.

Duros episodios nos sirvieron para enderezar un camino que en algún momento de la pubertad se había empezado a torcer. ¿Fue la pubertad el inicio de esa escoliosis del crecimiento? ¿O fue mi divorcio la causa principal? ¿O mi desconexión afectiva? ¿O la de mi ex? ¿O mi propia inmadurez y confusión? ¿O la manera en que fui criada? Puedo seguir atrás y más atrás buscando errores y culpables en mi misma, en mis psicólogos, en mi ex, en mis padres, mis abuelos o en Adán y Eva.

La complejidad del desarrollo y crecimiento del ser humano es tal, que a mi me ayuda más considerar que el mejor tiempo y espacio para sanar lo que fue lastimado es ahora. Si ahora hay conexión y presencia, no solo se reparan los problemas de maduración de los jóvenes en una familia, sino que se establecen las semillas para que los nuevos brotes en las generaciones futuras vengan más fuertes y sanos.

No hay modo de aprender la maternidad anticipadamente. Aprendí de los errores, y de lo que estaba mal, y del daño una vez hecho, y de explotar y enojarme dando un portazo, y de dejar a mis hijas solas, no a sabiendas pero ¿qué significa decir no sabía que se sentían solas? ¿Qué significa después de todo, decir yo no quería hacerlas sufrir? ¿Qué significa darse cuenta de que yo quería que ellas fuesen como yo pensaba que ellas tenían que ser? ¿Qué significa que ellas ahora se animan a ser, y a probar, y a explorar según su propio criterio? ¿Qué significa que yo esté acá llorando? ¿Significa que estoy contenta, que estoy orgullosa, que estoy satisfecha? ¿Que estoy viendo cómo pasó el tiempo, y que ellas están realmente grandes? ¿Y que están bien? ¿O qué no sé si están realmente bien?

Lo que si sé es que tienen recursos para mejorar y para seguir aprendiendo. No solo porque ya son adultas, sino porque yo ahora no sé más cómo durmieron y cómo se levantaron, y qué les duele, y si necesitan algo, y a que hora se acostaron y si ayer salieron o no, o si la pasaron lindo el domingo o se bajonearon, o si se pelearon con su pareja, o si comieron bien o se acordaron de pedirse el turno para la ginecóloga.

Entonces, lo que aprendí de mis propios errores, me gusta compartirlo así:

Ejercicio:

Doce errores que pueden cometer los padres en los años formativos de la infancia, la pubertad y la adolescencia.

Si querés usá una hoja para colocar una marca en tus respuestas afirmativas, que serían tus errores. Pensá en tu tendencia habitual a actuar.

1. No respetar sus tiempos, espacios, ritmos y deseos.

2. Valorar más el deber, que el juego y la presencia afectiva.

2. Exigir y bajar línea, más que conversar y acordar.

3. Enojarse y explotar, en vez de respirar profundo antes de hablar o golpear una puerta.

4. Controlar, revisar cajones, o bolsillos y especular negativamente antes de crear un espacio para charlar en calma.

5. Sobreproteger por demás, en base a la idea de que el entorno es inseguro. (Sobreproteger es extremadamente dañino ya que les enseñamos que crecer es peligroso, y que ellos no tienen recursos propios para defenderse o tomar buenas decisiones. Lo sano es enseñar a prestar atención y a cuidarse, sabiendo que siempre pueden contar con nosotros).

6. Decidir ciertas cuestiones que tienen consecuencias para ellos, sin incluirlos. (Esto no significa pedirles permiso, sino conversar y escuchar qué piensan y sienten)

7. Desestimar su criterio o pensamiento por ser diferente al propio.

8. Tener una influencia negativa sobre su autoestima debido a TODO lo anterior.

9. Estar pensando todo el tiempo en ellos, descuidando la propia vida personal y de pareja.

10. Creer que recién cuando tus hijos estén bien, vas a poder estar bien y ser feliz.

11. Actuar desde la culpa, o la vergüenza, o el miedo o el querer que te quieran, más que desde una conexión autentica.

12. Educar con el fin de lograr que hagan lo que querés, sin entender la violencia que eso produce.

Luego de hacer tus propias marcas, permití que tu hijo las revise, pedíle comentarios y ESCUCHALO sin tener que estar o no estar de acuerdo.

Después de escucharlo, escribí tus reflexiones sobre cuáles son en el presente, las oportunidades para encontrarle la vuelta a las dificultades en la crianza. Puede ser útil escribir en forma de pregunta. Por ejemplo: ¿Cómo puedo aprender a…? ¿Qué necesito hacer para…? ¿Qué pasa que…? ¿De qué otra manera podría…? ¡Suerte!

"Todo niño trae consigo el mensaje de que Dios no se desanima". Tagore

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