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Psicoterapia y Salud en Oriente/ Occidente


Para quienes han recibido una formación psicológica occidental tradicional, una formación que habla de los objetivos de la terapia en términos tan técnicos como "fortaleza del ego", "enfrentar la realidad"o "control de los impulsos" esto puede sonar algo extraño. En nuestra cultura la palabra corazón tiene connotaciones sentimentales, y parece más adecuado al ámbito de las novelas rosa y de las películas de Hollywood que al de la psicoterapia, una actividad que desde sus comienzos ha tenido que luchar duramente para lograr una adecuada respetabilidad cientifica y un cierto nivel de pericia técnica. Para nuestra cultura, el corazón es algo muy distinto de la mente, la capacidad de pensar de manera racional. Sin embargo, para las tradiciones orientales la palabra corazón no tiene connotaciones emotivas ni sentimentales. En el budismo, por ejemplo, las palabras corazón y mente forman parte de la misma realidad.

Cuando los budistas se refieren a la mente, no señalan su cabeza sino su pecho; la mente que interesa a las tradiciones orientales no es la capacidad intelectual sino lo que el maestro zen Suzuki Roshi llamaba La Gran Mente: una apertura y transparencia esencial que resuena directamente con el mundo que nos rodea. Esta gran mente no ha sido creada ni es poseída por ningún ego sino que, por el contrario, se trata de un estado de alerta universal presente en todo ser humano. Desde esta perspectiva, el aparato de pensamiento racional que tan bien conocemos en Occidente no es más que una pequeña mente. La mente que es una con nuestro corazón es un tipo de conciencia mucho mayor que aquella otra que rodea el foco, normalmente estrecho, de nuestra atención.

Podríamos definir al corazón como esa parte de nosotros que puede ser afectada por el mundo y por los demás. En este sentido es en el que hablamos cuando decimos que el corazón está conectado a la gran mente, porque solo podemos estimar a los demás si antes hemos visto claramente como son, en toda su humanidad, más allá de nuestras ideas y prejuicios.


Cuando vemos con claridad la humanidad de los demás y nos dejamos conmover por ella, comenzamos a comprender que en el corazón, no somos tan diferentes, y es entonces cuando sentirmos la verdadera compasión que según muchas tradiciones orientales, es el más noble de todos los sentimientos humanos. Despertar el corazón supone pues un doble movimiento: abrirnos a los demás, lo que nos permite apreciar su humanidad, y salir de nosotros para salir a conectar más completamente con ellos.


¿De qué manera el encuentro entre terapeuta y paciente puede ayudarnos a despertar el corazón? ¿Cómo pueden ambos despertarse mutuamente, cómo pueden estimularse y motivarse conjuntamente para abrirse todavía más? Ante todo es importante reconocer que el encuentro terapéutico, como cualquier relación íntima, está lleno de misterio, sorpresa e imprevisión. Por más bien entrenado que esté el terapeuta en teorías psicológicas y técnicas terapéuticas, su encuentro con otro ser humano que intenta liberarse del sufrimiento le coloca, ineludiblemente en situaciones para las que su formación clínica no le ha preparado... Si en esos momentos de incertidumbre el terapeuta abandona su agenda mental puede favorecer la presencia de una relación más directa con su paciente. En esos momentos de duda el terapeuta que no se encierra en teorias ni en técnicas puede agudizar su percepción y aprender una forma nueva de estar...


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